José Ramos Bosmediano, profesor.
Estoy en Contamana, capital de la provincia de Ucayali, en la región Loreto, como ponente en un Seminario Pedagógico organizado por el sindicato de maestros de la provincia, el SUTE provincial Ucayali. En el tema relacionado con las escuelas y corrientes pedagógicas contemporáneas, se debió de aludir, al analizar la Escuela Pragmatista y su antihumanismo que se ha presentando con mayor crudeza con las reformas educativas neoliberales, al asunto del Estado capitalista neoliberal y su dictadura abierta (caso Pinochet en Chile) o camuflada de gobiernos civiles (caso fujimontesinismo en el Perú), regímenes, precisamente que impusieron en su país la reforma educativa neoliberal en el marco del Consenso de Washington (ajustes estructurales neoliberales). Uno de los maestros asistentes, al intervenir, me preguntó por qué se considera que el gobierno venezolano presidido por el Comandante Hugo Chávez es una dictadura autoritaria. De inmediato me vino a la memoria un artículo reciente del abogado peruano Rónald Gamarra, publicado en su habitual columna del diario La República de Lima (domingo 15/01/2012, p. 8), texto que incluí entre mis papeles que introduje en mi maletín de viaje, felizmente, y que he vuelto a leer.
El señor Rónald Gamarra es uno de los defensores de los derechos humanos de las víctimas de la violencia terrorista de los 12 años de la más reciente confrontación armada en el Perú (1980 – 1992) en su etapa más sangrienta; pero también de otros casos de derechos humanos que en el Perú no se respetan, como la discriminación, las violaciones de niños y niñas, etc. En esta actuación, este abogado se viene enfrentando a los neoliberales más conservadores del país, a quienes se refiere, al concluir su artículo como “la derecha cavernaria intolerante y racista, que tampoco cree en la democracia ni en los derechos humanos, practicante inveterada del saqueo del Estado, como es el fujimorismo”.
DERECHOS HUMANOS Y LA CUESTION DEL PODER DEL ESTADO
El final del artículo del abogado Gamarra podría ser firmado por todos aquellos que buscamos construir una sociedad justa donde todos los derechos humanos sean respetados, partiendo de la creación de condiciones económicas y sociales que hagan posible la realización de esos derechos: alimentación, educación, salud, vivienda, recreación, igualdad de oportunidades para todos. Para crear esas condiciones, solo hay dos posibilidades: o se persiste en el actual Estado capitalista que, como se sabe, crea mayores desigualdades entre pobres y ricos; o bien se lucha por cambiar este Estado y crear otro diferente, el Estado socialista. Es decir, o se sigue defendiendo el capitalismo o se lucha por el socialismo. Ergo, o nos quedamos con este Estado o buscamos la construcción de otro. Una tercera vía, es, como dejó sentado José Carlos Mariátegui, una mera ilusión que ahora en Europa está demostrando su falencia ideológica y política.
El final del artículo del abogado Gamarra podría ser firmado por todos aquellos que buscamos construir una sociedad justa donde todos los derechos humanos sean respetados, partiendo de la creación de condiciones económicas y sociales que hagan posible la realización de esos derechos: alimentación, educación, salud, vivienda, recreación, igualdad de oportunidades para todos. Para crear esas condiciones, solo hay dos posibilidades: o se persiste en el actual Estado capitalista que, como se sabe, crea mayores desigualdades entre pobres y ricos; o bien se lucha por cambiar este Estado y crear otro diferente, el Estado socialista. Es decir, o se sigue defendiendo el capitalismo o se lucha por el socialismo. Ergo, o nos quedamos con este Estado o buscamos la construcción de otro. Una tercera vía, es, como dejó sentado José Carlos Mariátegui, una mera ilusión que ahora en Europa está demostrando su falencia ideológica y política.
Si se lee bien el texto de Gamarra, su contenido se sustenta en el principio de la inamovilidad del Estado capitalista, pues al mencionar los actos “terroríficos” de Lenin, Mao Tse-Tung, Lenin, Kim Il Sun y el gobierno presidido por su hijo Kim Yong Il, Fidel Castro y ahora Raúl Castro, Hoxa de Albania, de Ortega en Nicaragua y de Hugo Chávez en Venezuela, salta a la garrocha la lucha de los pueblos por derrotar a las fuerzas opresoras de la mayoría, fundar y defender el nuevo Estado. Pero en su propia argumentación no aparecen los gobiernos de los estados capitalistas con su máquina opresora y represiva, como es el caso del actual Estado capitalista norteamericano, cuya posesión ilegal y hasta criminal (como cárcel de torturas) de la isla Guantánamo (parte del territorio de Cuba) es, para ciertos opinantes y políticos, apenas un mero accidente de la geopolítica mundial.
Los calificativos de Gamarra contra los jefes revolucionarios que lograron iniciar la construcción del socialismo derrotando a las fuerzas más reaccionarias en su respectivo país, son no solamente infundados (denominar a Lenin “tan radical y despiadado”), sino alejados del contexto de la lucha de clases en cada situación concreta donde las masas revolucionarias debieron de actuar para impedir que la clase opresora derrotada recupere el poder. Con esta lógica de la “piedad histórica” no hubiese triunfado ni la revolución inglesa contra el poder feudal de Juan sin Tierra, ni mucho menos la misma revolución francesa de 1789, cumbre y modelo de revolución burguesa triunfante en el plano mundial, con todos sus “horrores” de la guillotina, del asalto a los bienes de la Iglesia Católica y Palacios de la Nobleza, el asalto de la Bastilla por los obreros, campesinos y desheredados de París. Se trataba de la toma del poder del Estado para fundar otro Estado. Y no hubo en aquellos “horrores” la orden expresa de los dirigentes revolucionarios, salvo la imposición de la guillotina por los jacobinos dirigidos por Maximiliano Robespierre. La lógica de una revolución, cuando es auténtica, supone hechos incontrolados, por lo cual Mariátegui llegó a decir que si la revolución suponía derramamiento de sangre, él la aceptaba de esa manera, aun cuando lo ideal sería no derramar ni una gota de sangre. Pero la historia demuestra que lo de arriba no están dispuestos a compartir su poder ni su riqueza con los de abajo por voluntad propia, mucho más en el sistema capitalista, salvo la distribución de “ayudas” como migajas para demostrar su filantropía, como viene haciendo la Newmont – Yanacocha para “convencer” al pueblo que es una empresa “responsable” y “quiere el desarrollo de Cajamarca y del país”.
Gamarra se une a toda la reacción cuando califica de tiranos a todos los que han dirigido movimientos revolucionarios y hoy siguen luchando para mantener el poder frente a las ambiciones de los capitalistas de recuperar sus privilegios perdidos; pero estoy seguro que no llamaría tiranos a los presidentes norteamericanos que empaparan de sangre Vietnam, o invadieron numerosos países latinoamericanos o que están interviniendo bélicamente en los países árabes. No son tiranos, ni dictadores. Por eso, con excepción del párrafo final que hemos citado, su artículo puede ser firmado hasta por los fujimoristas. Su concepción del Estado y del socialismo, desde fuera del socialismo por supuesto, es gaseosa, al margen de la lucha por el poder entre clases oprimidas y clases opresoras. Con sus distorsiones de la historia de las revoluciones (los dictadores romanos atribuían a los esclavos dirigidos por Espartaco las mismas atrocidades que ellos cometían contra estos en siglos de dominación esclavista), Sendero Luminoso, ese aborto terrorista de la lucha revolucionaria en el Perú, no se diferenciaría de Mao, ni de Lenin, ni de Fidel Castro y el Che Guevara.
EL CASO DE VENEZUELA Y EL PROCESO BOLIVARIANO
Lo que hoy es la lucha por la construcción del socialismo en Venezuela, no es un hecho que se ha iniciado en las “malévolas” intenciones del Comandante Hugo Chávez para sojuzgar al pueblo venezolano; ni sus iniciativas son “erráticas y contraproducentes para Venezuela”, como afirma, subjetivamente, el abogado Gamarra.
Resulta que Venezuela, durante toda la década de los años 80, era un país totalmente destrozado por una oligarquía que entregó la riqueza fundamental de ese país, el petróleo, a las empresas imperialistas, imperando un sistema social profundamente desigual, con grandes masas de pobres arrinconadas. Hasta que llegó el “caracazo” de esa década, una rebelión espontánea de las masas empobrecidas y hambrientas. Esa situación condujo a un grupo de oficiales de las Fuerzas Armadas, entre los cuales estaba el entonces alférez Hugo Chávez, a reflexionar sobre la posibilidad de cambiar el rol de esa Fuerza Armada, de defensora de ese orden injusto en manos de la burguesía y de los terratenientes, en una institución al servicio de la patria y del pueblo.
Desde ese grupo inicial se desarrolló una tendencia progresista que derivó en el fallido golpe de Estado de 1992 que tuvo a Hugo Chávez en su impulsor y dirigente principal. Para la burguesía y los terratenientes venezolanos, incluso para los gobernantes de los Estados Unidos, era uno de esos golpes militares de la vieja tradición militarista en América Latina, por lo que la amnistía otorgada a los “golpistas” fue la salida política del régimen oligárquico, como ocurrió también con el exilio de Fidel Castro en Méjico permitida por el régimen batistiano, desde donde este revolucionario preparó la acción revolucionaria que triunfó en 1959.
La estrategia posterior del Comandante Hugo Chávez, que le permitió ganar la presidencia de la república en 1999 con un programa que ponía por delante la independencia del país como base para producir cambios estructurales, progreso y justicia social, dejó descuadrada a la derecha en su conjunto. Mucho más cuando perfiló la posibilidad de sentar las bases para el socialismo, que se comenzó a denominar “socialismo del siglo XXI”, discutible en su denominación pero que orienta una tendencia correcta frente al capitalismo depredador del mundo de de hoy.
¿Cómo reaccionó la derecha electoralmente derrotada? Tratando de recuperar el poder del Estado mediante un golpe patrocinado por Estados Unidos, por sus gobernantes “democráticos” y no “dictatoriales”, golpe que impuso un presidente fantoche que solo duró unas horas, pues las Fuerzas Armadas restituyeron al verdadero gobernante.
Lo que el gobierno venezolano presidido por el Comandante Hugo Chávez está realizando no tiene nada de “horroroso”. El programa que desarrolla ha permitido a Venezuela nacionalizar gran parte de la explotación de sus recursos naturales, expropiar las inmensas tierras ociosas que los terratenientes burgueses han seguido manteniendo bajo su propiedad, tierras convertidas hoy en centros de producción ganadera y alimentos vegetales por los campesinos individuales y en cooperativas, con el apoyo tecnológico y crediticio que la derecha nunca les dio; se está dando un proceso de industrialización del país, se ha eliminado el analfabetismo, se ha universalizado los servicios de la salud y la educación, se ha disminuido el índice inflacionario en comparación con el del promedio de la década de los 80 y 90. Quiénes han salido perdiendo con el proceso actual son los capitalistas nacionales y extranjeros, pero sin dejar de ser tales, pues siguen siendo, hasta hoy, los ricos de Venezuela, pero ya no con la opulencia que les permitía negar a la mayoría del pueblo sus derechos, empezando por el derecho a un mejor salario, una educación y salud gratuitas, el derecho a la vivienda que hoy se va convirtiendo en una realidad en proceso de avance. Que hay errores, por supuesto que sí, pues las decisiones no se producen en terreno político baldío, sino atravesado por contradictorios intereses económicos y políticos. Téngase en cuenta que el gobierno venezolano actual no ha procedido a expropiar totalmente a la clase poseedora de gran parte de los medios de producción. Es una transformación en el marco de una democracia liberal que avanza a convertirse en una democracia popular y socialista. La permanente provocación de la derecha y su soporte exterior imperialista sí podría llevar a esa situación.
La oligarquía derrotada políticamente no soporta que sus privilegios hayan sido recortados en parcialmente. Su sagrada “libertad de prensa”, dicen, ha sido vulnerada porque ya no pueden seguir engañando al pueblo con toda la desfachatez de antaño, pero sus medios siguen siendo rentables a su favor, que es lo que les interesa. El Estado bolivariano tiene hoy medios de prensa de gran calidad informativa, donde la cultura juega un papel importante y a través de la cual el gobierno orienta a la población. La derecha, al perder parte de su credibilidad, presiona a nivel internacional para que el gobierno venezolano sea “juzgado” como “dictadura”.
Si Hugo Chávez es un dictador y un tirano, entonces lo son también quienes gobiernan con decretos de urgencia y con decenas de decretos leyes que se promulgan sin consultar a nadie, como los del señor Alan García en el 2008 cuando pretendió vender las tierras de la Amazonía peruana.
Contamana, Loreto, 19 de enero del 2012
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