lunes, 7 de mayo de 2012

VARGAS LLOSA Y SU GUERRA NEOLIBERAL


José Ramos Bosmediano
  


                                                                  




A los trabajadores peruanos y del mundo, por su unidad y su lucha para conquistar un mundo nuevo, mi saludo en este nuevo primero de mayo)
Desde Madrid, desde su madre patria y muy cerquita al monarca matador de inofensivos elefantes, Mario Vargas  Llosa despacha para la prensa adicta al capitalismo neoliberal un artículo de queja contra la nacionalización del 51% de la transnacional española REPSOL-YPF por el gobierno argentino; y de un catastrófico pronóstico para esa nación latinoamericana, provocado por el “atrevimiento” de tocar los grandes intereses del gran capital (“La guerra perdida”, en La República de Lima, domingo 22/04/2012, p. 7).  Usando los mismos argumentos, en la edición del mismo diario (La República, 01/05/2012, p. 12), el Embajador de España en el Perú, Juan Carlos Sánchez Alonso no solamente arremete contra el gobierno de Cristina Fernández, sino que hace un panegírico a la monarquía española, tan feliz y ricachona mientras sus súbditos deben soportar el “paquetazo” empobrecedor del gobierno ultrarreaccionario del Partido Popular.  Por algo el actual Rey de España es uno de los hombres más ricos de su país, como para  preguntar de dónde obtiene tanto dinero la clase ociosa.
Hace tiempo que Vargas Llosa combina la literatura con la prédica política.  En el primer campo de su actividad acaba de publicar un nuevo libro, un conjunto de ensayos con el título “La civilización del espectáculo”, texto cuya idea central es el rechazo a toda expresión cultural que no se adecúe a los moldes clásicos, confundiendo los mecanismos de diversión embrutecedora que pone en juego el neoliberalismo, que tanto defiende, de aquellas manifestaciones de arte y cultura que nacen de y calan en el espíritu de los pueblos como expresiones de su fuerza vital y se extienden como  herencia cultural.  En el área de la política, que incluye la economía y la administración del Estado, no hay ocasión en la que el reciente Premio Nobel de Literatura deje de expresar su rechazo a toda manifestación reivindicativa de la nación, de la economía nacional y del Estado que haga valer sus fueros frente al dominio abusivo de la globalización neoliberal actual.  Todos los gobernantes que tratan de buscar una nueva opción para el desarrollo con igualdad y justicia para sus pueblos, son objeto de su iracundo ataque desde su óptica extremadamente dogmática y fundamentalista neoliberal: con los estados, nada; con los privados y poderosos, todo.

¿Todo es populismo?

Según los singulares conocimientos de economía política del señor Mario Vargas Llosa, que el Estado mantenga bajo su administración una parte significativa de de una o más empresas, es simplemente “populismo”.  Y lo que es peor: esa propiedad nacional le lleva, inexorablemente, “al abismo”, como afirma en el primer párrafo de su artículo refiriéndose  al acto nacionalista de la actual administración argentina.
La concepción errónea, por interesada, sobre el fenómeno populista en el siglo XX, ha sido –y sigue siendo- un lugar común para los economistas y políticos neoliberales, para quienes el Estado no debe mantener bajo su control ni un centavo de la economía que se mueve en el país. Tampoco debe otorgar a los trabajadores sus derechos, pues el mercado es “el mejor” instrumento para “asignar los recursos financieros”, los ingresos de las personas, y vaya, la felicidad de todos.  Ni qué decir sobre los servicios públicos: cada cual debe comprar en el libre mercado su educación, su salud, su seguridad social.  Lo que Rajoy está haciendo con la economía española actual, lo que Fujimori hizo en la década del 90 en el Perú, etc. , etc. y todos los etcéteras neoliberales que ya conocemos –y sufrimos- no son sino los más hermosos signos de nuestro tiempo que debemos  honrar sin abrir la boca.  
El término populismo fue utilizado para señalar el conjunto de concesiones que ciertos regímenes latinoamericanos hacían a los pueblos en materia social para frenar el descontento de las masas y evitar el estallido de procesos revolucionarios.  Getulio Vargas en Brasil o Perón en Argentina, solo para mencionar dos ejemplos de nuestra América, desarrollaron políticas populistas, pues su objetivo no era lograr un orden nuevo ni reivindicar a las masas, sino contener la lucha de estas en circunstancias de flujo de esa lucha.
Los neoliberales, en cambio, sí utilizan el populismo hasta convertir sus “políticas sociales” en puro asistencialismo y clientelismo político, como lo hizo Fujimori, entre otros, y lo tenía que hacer, de ganar las elecciones en el año  1990, Mario Vargas Llosa.  El populismo neoliberal se diferencia del anterior populismo por el desmantelamiento del Estado y la entrega del control de la economía y los servicios al sector privado a efecto de que este multiplique su tasa de ganancia.  De manera que el verdadero populista –neopopulista-  es Mario Vargas Llosa porque asigna a los grandes empresarios privados, dueños absolutos de lo que antes fue del Estado, en los benefactores que financian los servicios que requiere la población, cual nuevos filántropos que entregan parte de sus ganancias  para procurar  “bienestar”, tal como conciben los neoliberales peruanos el papel de la Newmont-Yanacocha en Cajamarca a cambio de la destrucción de la cabecera de cuenca Conga. No es ajena al populismo la financiación de obras locales y donaciones por las transnacionales y por ciertos monopolios nacionales, con la denominación de “responsabilidad social”, nueva forma sofisticada de mantener su dominio neocolonial.
Don Mario Vargas Llosa prefiere que todas las transnacionales sigan operando sin el control del Estado, ni siquiera del Estado liberal de la Argentina actual.  Para este escritor convertido en predicador neoliberal la libertad de empresa es el sumun de la libertad humana, sin la cual no puede haber libertad de pensamiento, quedándose encharcado en el más vulgar economicismo.  Sin los grandes empresarios de la prensa no hay libertad de expresión.

Las mentiras y omisiones de Mario Vargas Llosa

Como si desconociese la historia reciente de Argentina, Vargas Llosa se atreve a  decir que los grandes logros de la Argentina en educación habían sido destruidos por las políticas de Perón.  Lo que ha ocurrido con la educación argentina se produjo durante la aplicación de las políticas neoliberales de Saúl Menem en la década de 1990, precedidas por el proceso de la dictadura sangrienta de los generales asesinos que llevaron a su país, irresponsablemente, a una guerra con Inglaterra, conociendo que la correlación de fuerzas no le era favorable frente a una potencia apoyada, además, por EE.UU. y por la dictadura de Pinochet. Siendo la recuperación de Las Malvinas un derecho y una necesidad histórica para  la patria de Ernesto Sábato, lo buscaba  esa dictadura era demagógica y de encubrimiento de sus asesinatos.  ¿No se conoce, acaso, que las políticas neoliberales aplicadas por Menem desembocaron en la crisis financiera y de corrupción de los años 2000-2001?  Elemental, mi querido Watson. 
 Durante su largo período neoliberal (década del 90 del siglo XX) Saúl Menen desarmó la escuela pública argentina, la municipalizó y privatizó, desmanteló los derechos de los maestros y disminuyó el presupuesto educativo a su mínima expresión en un país donde la cultura y la educación se había desarrollado sobre la base de la educación pública, aspecto central que Vargas Llosa no puede señalar porque su posición política privatizadora lo impide.  
Al contrario de lo que dice este escritor, ha sido el nuevo régimen bajo las presidencias, respectivamente, de Héctor Kirchner y de su esposa, las administraciones que han venido recuperando el papel de la educación pública, de su presupuesto y de los derechos de los maestros argentinos, cuya lucha fue coronada con la instalación de la Carpa Blanca de la Dignidad, espacio sindical, cultural y político que, entre 1997 y 1999, se convirtió en el símbolo de la lucha por una nueva educación en Argentina, lugar que Ernesto Sábato y muchos otros intelectuales visitaron constantemente para expresar su solidaridad con la Confederación de Trabajadores en la Educación de Argentina (CETERA)  y de oposición al programa neoliberal de Menem,  conducta digna que Mario Vargas Llosa en ningún momento podría exhibir.  Por supuesto que esa política educativa actual no podría haberse adoptado sin una política económica que, sin salirse del capitalismo, reivindique el papel del Estado para redistribuir los excedentes hacia los servicios sociales que el neoliberalismo había desmantelado, como ha ocurrido –y viene manteniéndose-  en el Perú. 
La otra mentira que desliza Vargas Llosa es casi a pedido de la REPSOL, al afirmar que el gobierno argentino pretende debilitar a la transnacional para después comprarle sus activos “a precio de saldo”.  Ni el gobierno del presidente Chávez, ni el de Evo Morales, han nacionalizado parte de los activos de las transnacionales para liquidarlas.  Vargas Llosa esconde el hecho de que las empresas intervenidas siguen en esos países usando su derecho a seguir ganando con sus inversiones, pero ganando menos, pues el Estado no puede ser un simple mendigo que reciba casi propinas de las transnacionales.  La REPSOL no saldrá de Argentina porque ni en su país de origen podrá sobrevivir si no sigue invirtiendo en otros.  Vargas Llosa y otros neoliberales de nuestro país se han convertido en los altoparlantes de esa transnacional y de los gritos del  presidente Rajoy que hoy exprime al pueblo y a los trabajadores españoles, destruye los servicios públicos de educación y salud para mantener los privilegios de unos cuantos ricos y de esa obsoleta monarquía que, en medio de las penurias de “su pueblo”, se da el lujo de un safari propio de los tiempos del viejo colonialismo en África. 
El empobrecimiento generalizado del pueblo argentino coincidió, precisamente,  con el régimen menemista, como también ocurrió en el Perú durante el fujimontesinismo, en Bolivia con Sánchez de Lozada,  en México a partir  de Salinas de Gortari, en Brasil con los neoliberales Collor de Mello y Henrique Cardozo, en Venezuela con el ya fallecido Carlos Andrés Pérez, y así, en Costa Rica desde la introducción del programa neoliberal bajo la administración del ex presidente Arias,  etc.  Parece que la nutrida biblioteca de Mario Vargas Llosa carece de algunos textos de la historia económica y política de nuestra América de las últimas décadas.  Esta misma desinformación aplica al caso de la Venezuela actual bajo la presidencia del comandante Hugo Chávez Frías.  
Otra mentira de Vargas Llosa se refiere a la supuesta falta de  respeto a los contratos por la presidenta Cristina de Kirchner, que repite también el Embajador Sánchez Alonso.  Quien ha incumplido los términos del contrato es, precisamente, REPSOL-YPF,al no invertir y reinvertir los montos pactados para la expansión de la exploración y explotación de hidrocarburos, poniendo en riesgo la capacidad energética de ese país.  Sin informarse, u omitiendo la realidad, Vargas Llosa simplemente engaña con la impunidad de un escribidor irresponsable. 
Pero donde llega al paroxismo de la mentira es cuando señala que los problemas de Argentina y de América Latina no se deben al colonialismo, ni al capitalismo, sino solamente al caudillismo, al populismo, al nacionalismo, al fascismo, al patriotismo y “a todos los ismos”, pero menos al neoliberalismo, el credo y el hábitat cultural del escritor peruano-español.  Esta manera de mezclar categorías en un solo concepto de “causas” históricas es propio de quien confunde la ficción con la ciencia, la imaginación artística con la imaginación puesta al servicio del descubrimiento de la leyes del desarrollo social de los pueblos. 

El apocalipsis de Mario Vargas Llosa

La política y la economía política son ciencias y tienen como objeto de estudio, respectivamente, la lucha por el poder y la administración del Estado desde ese poder, y el proceso de la producción en un sistema económico determinado.   Sin obviar los elementos subjetivos que intervienen en el análisis e interpretación de los hechos (intereses y posición de clase, credos religiosos, principalmente),  la objetividad constituye la condición sine qua non para no cometer errores o cometerlos mínimamente.   La pasión por la defensa del libre mercado y su expresión neoliberal actual obnubila a Mario Vargas Llosa y le lleva a predecir, en el caso actual de Argentina, una derrota irremediable por haber nacionalizado parte de las acciones de la YPF.  Dice textualmente: “A Argentina le van a llover las demandas de reparación ante todas las cortes e instituciones de comercio internacional y sus relaciones no solo con España sino con la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etcétera, se han vuelto ahora conflictivas”.  Claro que sí, para eso las transnacionales han creado el CIADI, organismo con sede en EE.UU. y que se da el lujo de no respetar la legislación de los países.  Pero esos juicios, como los que enfrenta el gobierno del comandante Chávez Frías, no llevarán a la Argentina “al abismo”, como sentencia Vargas Llosa.  Y si REPSOL, resentida y encolerizada como está, sale de Argentina, esta nación no perecerá.  Al contrario, sabrá remontar todos los problemas que se le presenten, con su pueblo y sus dirigentes más preclaros. 
Ese anunciado apocalipsis no viene ocurriendo en otros países donde sus respectivos gobiernos han procedido con patriotismo, palabra y concepto que para Vargas Llosa no tienen sentido con la globalización neoliberal que tanto adora y defiende.  No recuerda que Estados Unidos se formó como nación reivindicando su derecho a administrar sus propias riquezas (su té, en el siglo XVIII) , y que hoy, autodenominándose guardián de la libertad y la democracia en el mundo, niega a los pueblos oprimidos por el capitalismo imperialista su derecho a emanciparse.  Hasta Sarkozy, fiel defensor de la economía neoliberal, trata de ser, como candidato reeleccionista, defensor del derecho de Francia a seguir siendo una nación frente a la “camisa de fuerza” de la Unión Europea. 
Mario Vargas Llosa califica como “anacrónico” al actual gobierno de Argentina por no defender los intereses de los grandes capitalistas.  Pero se siente muy bien en  los países monárquicos (Inglaterra, España), regímenes políticos de real anacronismo histórico.  Su conservadurismo le lleva a escribir inexactitudes flagrantes. 
Argentina no llegará al apocalipsis.  Su pueblo es suficientemente valeroso y sabio para conquistar sus derechos nacionales y avanzar hacia una alternativa independiente y de justicia social.
Lima, primero de mayo del 2012

PERU: LA MARCHA POPULAR DEL 12 DE OCTUBRE 12 , ¿APOYO O EXIGENCIA?.


José Ramos Bosmediano, educador, miembro de la Red social para la Escuela Pública en las Américas (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP

La Marcha Popular realizada en el Perú el día 12 de octubre, a casi tres meses de iniciado el gobierno del Presidente Ollanta Humala, fue convocada por la Confederación General de Trabajadores del Perú como una jornada de apoyo al gobierno actual, señalando como fundamento de ese apoyo las medidas gubernamentales que, supuestamente,  vienen favoreciendo al pueblo, a los trabajadores y al país.  Después de la convocatoria en los términos señalados, los dirigentes convocantes trataron de concentrar la acción de lucha en las exigencias de medidas políticas y laborales más claras por parte del gobierno, pues, los trabajadores, hasta el momento, no ven ninguna política de reversión de las políticas laborales neoliberales que han conculcado todos los derechos de los trabajadores peruanos.  Esta percepción ponía en peligro la convocatoria y era necesario dotarla de un enunciado que responda a las expectativas actuales del movimiento popular y de los sectores políticos que han apoyado la candidatura del Presidente Humala para hacer posible “la gran transformación” que ofreciera durante su campaña electoral, pero que hasta el momento no aparecen como expresiones de ese cambio prometido, factor ideológico y político fundamental para la derrota de toda la derecha neoliberal en el Perú.
El giro de la convocatoria en los términos de exigencia de cambios verdaderos determinó que la marcha nacional sea aceptablemente acatada, incluso por numerosos maestros del SUTEP que, sin una paralización efectiva de clases, no suelen concurrir a las marchas para no dejar solos a sus alumnos en las escuelas.
¿Con el gobierno o contra la derecha neoliberal?
En el momento actual en el Perú, ¿la contradicción política principal es entre el gobierno y la derecha neoliberal o entre esta derecha y el pueblo?  Mi punto de vista es la segunda, pues el gobierno, pese a la derrota de la derecha neoliberal en las elecciones generales del primer semestre del presente año, no ha logrado dar el paso fundamental para enfrentar las estructuras económicas y sociales que ha dejado el neoliberalismo en los últimos 20 años en el Perú.  Empezó, nada más,   a rasguñar las ingentes ganancias de las grandes empresas mineras nacionales y extranjeras, incluso sin que estas hicieran polvareda, pero no ha tocado, hasta la fecha, el armatoste de política laboral del neoliberalismo.  El manejo de la macroeconomía está bajo el control del mismo staff neoliberal que dejara el gobierno aprista. Los periodistas que se definen como “liberales” no cesan de exigir al gobierno generar “más confianza en los inversionistas”, vale decir, no tocar sus intereses. En el campo educativo, como veremos en otro artículo, toda la estructura heredada permanece intocable, salvo intentos de mejoras en la administración de aquellas políticas educativas, y manteniendo a los maestros en la misma situación de fragmentación profesional y congelamiento remunerativo.
Hoy queda más claro que la distribución de alimentación y dinero para los más pobres (PRONAAA y JUNTOS, respectivamente), no solamente produce el aprovechamiento mafioso de la burocracia intermedia de esos programas, sino que las condiciones en las que se ofrecen a los sectores más marginados del Perú son de las más deplorables, como siempre lo han sido, poniendo en peligro la vida de los niños.  Hay que decir que los casi 800 millones de soles anuales que se gastan en el asistencialismo neoliberal, más una suma mayor en la distribución en  dinero efectivo, tendría un fin digno si se invirtiera en la promoción de la pequeña y mediana agricultura para generar una economía familiar y alimentaria realmente moderna.  Para esto, como lo demuestra la “Revista Agraria”, se requiere replantear el sistema de adjudicación de tierras aptas para la producción agraria.   Nada de esto aparece hasta el momento.
No es, pues, una convocatoria adecuada cuando ella es motivada por el apoyo al gobierno actual.  Este error ya ocurrió cuando gobernó Juan Velasco Alvarado, en cuyo período (1968 – 1975), un gran sector de la clase obrera fue orientado al apoyo incondicional de aquel gobierno, cuyo horizonte burgués no podía, como no lo pudo,  sentar las bases de un nuevo Estado y una nueva sociedad en el Perú.  El seguidismo no es una buena opción para organizar a las masas oprimidas.
En este período político, diferente al que vive Bolivia y Venezuela, la contradicción principal en el Perú se da entre el pueblo y los trabajadores, como sectores oprimidos del país, y  la gran burguesía con su proyecto neoliberal que no ha sido tocado.  Exigir al gobierno un programa de cambios verdaderos es la cuestión del momento, sin dejar de luchar por el programa de cambios en la economía, la defensa de los recursos naturales, una nueva educación, la salud gratuita y universal, la seguridad social plena, la industrialización del país, una nueva reforma agraria que recupere el papel del campesinado en la producción agraria, una política de desarrollo de la Amazonía peruana en su conjunto, política energética nacional y de autoabastecimiento, la recuperación del papel del Estado en la economía, la educación, la salud y la cultura.

La derecha neoliberal debe ser enfrentada y derrotada.

La derecha neoliberal no ha sido derrotada en lo fundamental.  Su derrota política electoral no le ha impedido seguir manejando la economía del país.  Su objetivo es seguir manteniendo su hegemonía económica sobre la base de negociaciones con el actual gobierno para frenar cualquier reforma que vaya más allá de donde llegó Lula da Silva en el Brasil, o Correa en el Ecuador.  En el interregno, el gobierno de Humala, de proseguir el ritmo de la indefinición programática, podría debilitarse y aislarse de las masas que le apoyaron como candidato, lo que facilitaría a la derecha neoliberal recuperar el pleno poder en el 2016.
Cometeríamos un nuevo error si seguimos confiando solamente en un gobierno reformista, como el de Humala, para avanzar en la lucha por un nuevo sistema social en el Perú, sin tener en cuenta que es el pueblo organizado, en especial los trabajadores, la fuerza fundamental para transformar las estructuras económicas y sociales del Perú actual, mucho más cuando estas estructuras han sido consolidadas por los últimos dos gobiernos neoliberales del siglo XXI (2001 -2006 / 2006 =2011).

El discurso del Sr. Abugattás.
El Sr. Abugattás, uno de los principales dirigentes del partido gobernante y Presidente del Congreso, ofreció a las masas reunidas en el mitin de cierre de la marcha un discurso de agradecimiento y de ambiguos enunciados sobre lo mucho que los manifestantes esperan del gobierno, pero sin definir esos “muchos”, salvo la “lucha frontal contra la corrupción” que hasta los propios corruptos del fujimorismo se atreven a pronunciar.  Lo único que pudo escucharse con claridad es la reiteración de la promesa del aumento del salario mínimo vital, apenas una parte insignificante de las necesidades de reivindicaciones laborales para los trabajadores peruanos.
En el Perú podríamos marchar hacia la construcción de un gobierno que inicie el desarme del programa neoliberal y la aplicación de un programa diferente y opuesto, o también a un proceso de debilitamiento del gobierno y la preparación de condiciones para que la derecha neoliberal vuelva a hacerse del gobierno. 
La organización política del pueblo y de los trabajadores sobre la base de un programa de transformaciones en todos los campos de la vida nacional, será el fundamental factor del nuevo rumbo que el Perú requiere seguir.
Iquitos, octubre 13 del 2011.

LOS SINDICATOS Y LOS GOBIERNOS : ¿INSERCION O INDEPENDENCIA POLITICA ?.


(a propósito del gobierno de Ollanta Humala en el Perú).

José Ramos Bosmediano, educador, miembro de la Red social para la Escuela Publica en las Américas (Red SEPA, Canadá), ex Secretario General del SUTEP.

Con motivo de la conformación de los equipos de trabajo para la transferencia gubernamental del gobierno que fenece el 28 de julio próximo al que le sucede, presidido por el Comandante Ollanta Humala Tasso, se ha filtrado, al parecer,  la noticia de la participación del SUTEP (Sindicato Unitario de los Trabajadores en la Educación del Perú, fundado en 1972) en el equipo de transferencia del gobierno entrante en el ramo de Educación.  Posiblemente el periódico fujimorista que puso en primera plana la supuesta noticia, haya recogido un rumor de esos que circulan profusamente en estos días, cuando muchos grupos y personas tratan de ser ubicados en algún lugar del poder gubernamental nacionalista.  De ser cierto el rumor, el SUTEP estaría comprometiendo su participación en el nuevo gobierno, pues un equipo de transferencia es una instancia política que corresponde al partido gobernante del momento.  La participación sería, además, una vía posible para que el gremio designe un representante suyo en la futura administración de la educación nacional.   Sea como fuere, la participación o no de los sindicatos en los gobiernos de turno, tanto en aquellos de no representan directamente a los trabajadores, como en gobiernos progresistas,  es un asunto que debe ser adecuadamente evaluado.

La independencia de clase de los sindicatos.

Hay que partir de la existencia de dos corrientes sindicales en los países capitalistas.  Aquella posición del “sindicalismo libre” patrocinada desde los Estados Unidos y que en el Perú tiene en el sindicalismo aprista su reflejo, cuya concepción acepta la conciliación de clases entre empresarios y trabajadores, por tanto, su inclinación permanente a compartir el poder con las clases dominantes, sometiendo a los trabajadores a las decisiones  de los gobernantes de turno y haciendo todo lo posible para no generar “problemas sociales” que entorpezcan las políticas y los objetivos gubernamentales.  El mayor peligro de esta postura es que ese compromiso con el gobierno puede llevar a no enfrentarse con el Estado, como empleador de los trabajadores estatales, o con los empresarios si se trata de los trabajadores del sector privado.  Se produce, entonces, una verdadera conciliación de clases.  Por supuesto que, cuando se trata de los sindicatos de tendencia “libre” o “apolítica”, la conciliación con los patrones se da también sin necesidad de declarar apoyo alguno al gobierno.
Es diferente la actuación de los sindicatos clasistas, clasistas en cuanto consideran que,  en el sistema capitalista, la contradicción entre explotados y explotadores es insalvable, como podemos notar en el Perú actual, con una legislación laboral que permite que los empresarios abonen salarios miserables, sin derechos, incluso a la sindicalización, como ocurre en las grandes tiendas de capitalistas extranjeros, de tal manera que el trabajo precarizado es la mayor fuente de enriquecimiento de los empresarios; situación que también se reproduce en las relaciones laborales entre el Estado peruano actual y los trabajadores estatales, llámense maestros, policías, de la salud, etc.  Para los sindicatos clasistas es importante, por lo tanto, mantener la independencia política de la clase trabajadora, de los asalariados, para la lucha por las reivindicaciones de los trabajadores.  Desde una posición de independencia es posible generar un movimiento sindical que reclame y luche por los derechos de los trabajadores, función principal de los sindicatos y, al mismo tiempo, plantear su posición frente a las medidas políticas de los gobiernos, frente a los distintos problemas del país y educar a los trabajadores en la lucha por una sociedad justa, por un nuevo país; pues los trabajadores también son ciudadanos con derechos políticos y  no pueden mantenerse al margen de la lucha por el poder, es decir, no pueden estar prohibidos de organizarse en partidos políticos.  Esta función de los sindicatos no significa confundirlos con los partidos políticos, pues el ejercicio político de un miembro de cualquier sindicato, dirigente o integrante de base, dependerá de su partido y no de su sindicato, ya que este representa a todos los trabajadores organizados como trabajadores.  Si el sindicato es clasista, su orientación es la defensa de los intereses de los trabajadores y del pueblo, por tanto no podrá apoyar a quienes representan a los explotadores, mucho menos a gobernantes que defienden los intereses de estos. Este apoyo o no apoyo debe tener en cuenta el programa de gobierno para que los trabajadores evalúen conscientemente cuál es la opción que les corresponde.

El caso del SUTEP.

En la historia del SUTEP, ha marcado hito su posición independiente frente a la dictadura militar de Velasco Alvarado (1968-1975), gobierno reformista que se basó en el ejercicio autoritario del poder y que trató a los maestros como ciudadanos de segunda categoría.  Su propia reforma educativa, modernizadora y progresista en muchos sentidos, fue impuesta a través de una burocracia civil-militar que derivó en una administración enfrentada a los maestros.  Es curioso que hoy, quienes no lucharon contra esa dictadura, pretendan decir que el SUTEP es el culpable de la crisis educativa del Perú. En cambio,  esos mismos defensores de la modernidad neoliberal siguen  denigrando de la dictadura velasquista porque expropió a los latifundistas de la vieja oligarquía.  Su defensa del sistema de explotación de turno es evidente.
En otro momento, cuando la “primavera democrática” de los años 80 del siglo XX llegó bajo la exigencia de las luchas sociales de la década de los 70 contra la dictadura de Morales Bermúdez (1975-1980), en las cuales el SUTEP jugó un papel importante, incluso encabezando los Frentes de Defensa de los Intereses del Pueblo y las grandes movilizaciones en el Paro Nacional del 19 de julio de 1977, el gremio magisterial supo enfrentar la demagogia de los dos regímenes.
En efecto, la situación de los años 80, durante los gobiernos segundo de don Fernando Belaúnde y primero de don Alan García Pérez, no fue diferente en términos económicos y sociales a la de la década anterior: profundización de la crisis; mayor empobrecimiento de las masas; terrorismo insurreccional y del Estado; crisis agraria; desmontaje industrial; despidos masivos de trabajadores; inflación incontrolable; reducción presupuestal para la educación y la salud; mayor deterioro de la moral pública; en fin,  “Desborde Popular y crisis del Estado” (Matos Mar dixit).  El SUTEP no dejó de luchar por los derechos de los maestros y empezó a generar una corriente educativa para elaborar un proyecto de educación democrática y patriótica que diera concreción a aquel planteamiento de “educación democrática, nacional, científica y popular” de su Primer Congreso Pedagógico Nacional  de 1974.  Uno de los ministros de Educación del segundo gobierno del Señor Fernando Belaúnde llegó a decir que, en la década de los 70, el SUTEP había salvado la dignidad del Perú. Ya sabemos que eso le costó el cargo.
¿Y durante la dictadura del Ingeniero Alberto Fujimori y su socio Vladimiro Montesinos, quiénes se jugaron hasta la vida para enfrentar su programa neoliberal?  No solo los maestros del SUTEP.  Todos los trabajadores organizados y los pueblos de las provincias.  Ya se sabe que el grueso de la población limeña, de esta conservadora ciudad, se entregó al “chino”, hecho que sigue siendo uno de los fenómenos políticos que se reflejó en la votación fujimorista del 5 de junio. 
Los dueños de los grandes medios de comunicación y sus periodistas no se cansan de repetir la ignorante idea de que el SUTEP es el culpable de la crisis de la educación, como se ha reflejado ayer en una entrevista al actual Secretario General del sindicato, Profesor René Ramírez Puerta, al tratar de enfrentar al gremio con “toda” la opinión pública.  No podía ser de otra manera en uno de los canales fujimoristas más tenaces por la campaña de Keiko Fujimori.   Inmediatamente después de la entrevista al mencionado dirigente, el periodista entrevistó al Viceministro de Educación Idel Vexler Talledo, para quien la reforma neoliberal en curso es uno de los mejores logros del actual gobierno, sin tener en cuenta que la escuela pública está cada vez más abandonada y desarticulada, con un magisterio público sometido a las evaluaciones estandarizadas emanadas del Banco Mundial para reducir más el presupuesto de la educación, amén de la entrega de las escuelas a municipalidades que no harán más que lo que han hecho las municipalidades de Chile, país en el cual los estudiantes de la básica vienen exigiendo que el Estado asuma la administración escolar.

¿Y frente al gobierno del Comandante Ollanta Humala?.

Los sindicatos no pueden sino seguir manteniendo su independencia de clase.  El nuevo gobierno se presentó y sigue fungiendo de ser un futuro gobierno progresista.  Por eso mereció el apoyo de la gran masa de trabajadores, de los partidos de izquierda, de los intelectuales progresistas y con dignidad, por toda la juventud estudiantil y trabajadora que lucha por un país democrático y con justicia social.  Pero, como ya lo vienen diciendo muchos, el apoyo no es un cheque en blanco.  Es apoyo crítico y de exigencias para reconquistar los derechos laborales conculcados desde hace 20 años, pero también para empezar a dar solución a los grandes problemas del país.  Sin cambios sustantivos en el Perú no habrá nueva y mejor educación.
Un sindicato como el SUTEP no puede menos que comportarse como sindicato frente al nuevo gobierno.  Como ya entregó sus planteamientos al Comandante Humala, corresponde generar negociaciones colectivas en torno a esos planteamientos. 
Una visión panorámica de la problemática educativa del país y de las relaciones laborales entre el Estado y los maestros, nos lleva a enunciar algunos tópicos que deben resolverse: el papel del Ministerio de Educación, cuya función ha sido tercerizada; el presupuesto de la educación, que sigue disminuida; la municipalización de la educación pública, política contraria a cualquier reforma educativa democrática; la privatización de la educación, verdadera orgía de negocios (es bueno saber de qué universidades son los médicos plagiadores y sustituidos en la Universidad Federico Villarreal); una nueva Ley del Profesorado para la recuperación de los derechos conculcados; un proceso de evaluación magisterial, científica, pedagógica e integral, mas no parcial y estandarizada como la que se viene aplicando desde los años del fujimontesinismo; un replanteamiento del  constructivismo y la enseñanza por competencias, cuya base es el pragmatismo pedagógico impuesto desde una  visión de la escuela-empresa.
Los mencionados son, acaso, algunos de los planteamientos que deben ser abordados para la elaboración de un Plan  de nueva reforma educativa a ponerse en marcha desde enero del 2012.

Lima, junio 15 del 2011. 

JOSE RAMOS BOSMEDIANO CONTRA SENDERO LUMINOSO

JOSE RAMOS BOSMEDIANO DESLINDANDO CON SENDERO LUMINOSO

JOSE RAMOS BOSMEDIANO Y LA CRISIS DEL SENDERISMO ARREPENTIDO