Por: Manuel Guerra
Cada cierto tiempo el cenáculo de empresarios agrupados en la CONFIEP hace saber a la opinión pública lo que ellos consideran se debe o no se debe hacer en el país. Marcan de este modo la pauta por donde se deben encaminar las decisiones en materia económica, política y social, lo que se convierte en una suerte de mandato bíblico para los gobiernos de turno.
A los empresarios de la CONFIEP no les preocupa realmente el desarrollo del país, menos lo que quieren y piensan las grandes mayorías, les preocupa únicamente sus intereses privados y de los grandes capitales transnacionales a los que están asociados o subordinados. Pero eso lo enmascaran y pretenden hacerlos pasar como si se tratara de los intereses públicos y nacionales.
La burguesía peruana tiene un mal de origen: nació amamantada por el capital foráneo, lo que le otorga su naturaleza apátrida. Intermediaria de los grandes capitales transnacionales no tiene vocación de un desarrollo independiente que contemple el fortalecimiento del aparato productivo, la expansión del mercado interno, la descentralización, la conquista de la soberanía, la democracia efectiva. Se desempeña más bien como cómplice del saqueo de nuestra economía, de la depredación de los recursos naturales, voluntariosa operadora de los grandes agiotistas que esquilman los bolsillos de los peruanos, rabiosa promotora de la mano dura cuando se trata de aplacar y reprimir a las demandas populares.
La CONFIEP se irroga un papel político que les niega a los trabajadores. Cuando éstos luchan por sus demandas se trata de la acción de agitadores políticos, de la manipulación de izquierdistas, comunistas, chavistas, que lo único que quieren es desestabilizar al país. Cuando la CONFIEP interviene groseramente en el ámbito político financiando campañas, usando los medios de comunicación para promover o destruir la imagen de personajes públicos, cuando saca a luz sus solemnes comunicados para defender sus sagrados intereses, se trata de lo que le conviene al país y a la gente, y todos deben aplaudir agradecidos.
Es sabido que la CONFIEP, en términos políticos, ha sostenido a los sectores más conservadores y reaccionarios, sin hacerle asco a dictaduras sangrientas y corruptas. Su divisa es que el lucro está por encima de la ética, la democracia, el interés nacional. Fue una aliada fiel del fujimorismo, a cuyo amparo connotados empresarios hicieron grandes negocios, muchos de ellos sustentados en prácticas corruptas, como consta en los “vladivideos”. Por ello aplaudieron el golpe del 5 de abril y la ilegal Constitución del 93. Cuando el fujimorismo entró en crisis trabajaron – y así lo hicieron saber al país- para que los gobiernos subsiguientes no abandonaran la senda del neoliberalismo, modelo que a través de las privatizaciones, el blindaje legal y jurídico para garantizar el saqueo del país, les permitió hacer malolientes pero lucrativos negocios, con la ventaja de despojar sus derechos a los trabajadores y permitir una brutal sobreexplotación de la mano de obra.
Cuando en la última campaña electoral la candidatura de Ollanta Humala sostenida por los sectores populares amenazó con disputar su acceso al gobierno, la CONFIEP se embarcó en una guerra sucia para cerrarle el paso al líder nacionalista, conforme lo había hecho en la campaña anterior para favorecer a Lourdes Flores y, finalmente, a Alan García. Esta vez barajó varias alternativas en primera vuelta, pero cuando en la segunda vuelta se enfrentaron Ollanta Humala y Keiko Fujimori, no dudaron ni un instante en respaldar a esta última.
El triunfo de Humala le preocupó a la CONFIEP y a las grandes corporaciones con intereses en Perú, pero no tanto. Sobre la marcha pusieron en acción su plan B, consistente en cercar y presionar al mandatario electo a efectos de encarrilarlo sobre los rieles del continuismo neoliberal, al fin y al cabo ya habían hecho lo propio con Alberto Fujimori. Su decisión lo hizo saber la CONFIEP en un comunicado publicado en el mes de junio del año pasado, una vez conocidos los resultados electorales que daban como triunfador al candidato nacionalista. Advirtió que debían mantenerse intocados el modelo neoliberal y la Constitución del 93, si bien concedía que sobre esa base se podía barnizarlo con una capa de “inclusión social” en un afán de demostrar que el modelo funciona. Los hechos vienen demostrando que ese plan ha surtido los efectos deseados por sus promotores y el apestado de ayer se ha convertido hoy en un responsable estadista digno de elogiar.
De este modo quienes resultaron perdedores en los comicios electorales terminan gobernando tras bambalinas. Se trata del poder real cuya matriz está en las grandes corporaciones transnacionales, un poder invisible que determina la política, que nos hace creer que somos soberanos y ejercitamos la democracia cuando vamos a las urnas. Pero que se impone a través de sus operadores internos. Si no cuentan con gobiernos adictos, entonces los cooptan, presionan, chantajean, domestican. Si eso no funciona los declaran herejes merecedores de ser quemados en la hoguera, a los que hay que cambiar usando todas las armas, legales e ilegales.
Con la misma arrogancia que los dioses del Olimpo decidían la suerte de los mortales, la CONFIEP en un último comunicado ha hecho saber a los humildes peruanos su voluntad que no debe discutirse y que todos deben acatar: el respaldo al peritaje internacional promovido por el gobierno respecto al proyecto Conga. Ni siquiera pone en duda que tal peritaje vaya resultar adverso, señala que el trabajo de los peritos “ampliarán y mejorarán el Estudio de Impacto Ambiental del Proyecto Conga”. Ya sabemos que tal peritaje no tiene nada de imparcial, que está hecho para validar el proyecto, que sus conclusiones servirán para amparar eventuales medidas represivas en contra del pueblo cajamarquino, su presidente y dirigentes regionales; sabemos también de dónde viene el libreto que repite tozudamente el ministro Valdés.
Para darle fuerza a su pronunciamiento lo firman, entre otros, la Asociación de Bancos, la Asociación de Administradoras de Fondos de Pensiones, Asociación de Exportadores, Bolsa de Valores de Lima, Cámaras de Comercio, Sociedad Nacional de Minería (cómo no), Sociedad Nacional de Radio y Televisión, es decir la crema y nata del gran capital tributario de intereses foráneos.
Así las cosas es previsible que en los próximos días asistamos al reforzamiento y endurecimiento de la ofensiva contra quienes sostenemos la inviabilidad del proyecto Conga, que además nos oponemos al saqueo de nuestros recursos y enarbolamos un nuevo modelo de desarrollo para el Perú. Esta ofensiva que será implacable, sostenida por recursos millonarios, únicamente será posible derrotarla oponiéndole la fuerza multitudinaria del pueblo unido, consciente y organizado, dispuesto a marchar con dignidad para abrir un nuevo curso a nuestra patria. Es momento de redoblar el respaldo a la lucha del pueblo cajamarquino, empezando por organizar en todas partes los comités de solidaridad con esta lucha, que es hoy la lucha de todos los peruanos.
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